miércoles, 2 de noviembre de 2011

Capital del Imperio, I

Pablo P. · Washington DC

Si existen dos tópicos sobre las ciudades ajenas dispuestas a ser devoradas por el extranjero, y que, probablemente hagan acto de presencia en la mitad de las guías de Lonely Planet, es por seguro que Washington DC (desde ahora, DC a secas) las cumple de una forma más honesta que muchas otras. Me refiero, por ejemplo, a esa aparentemente insulsa urbe, que encierra muchas otras en sí misma. O que se trata de una ciudad de contrastes. Sí. Eso pasa con DC. Y, por una vez, resuenan como algo más que tópicos.

monumento a los caídos en Vietnam


Washington DC nace como ciudad planificada, lo que podría hermanarla con Brasilia, aunque el resultado sea bien distinto. Su génesis, de origen francés, se aleja en gran medida de otras metrópolis, estas sí, puramente norteamericanas como Los Angeles o Houston. El aroma europeo, sutil pero presente, asoma en las esquinas, como en otros muchos puntos de la costa este, aunque monolíticos edificios administrativos se empeñen en minimizarlo (premio al que alberga el FBI, producto del brutalismo más desbocado).
Algo se esconde detrás de esas avenidas. Los contrastes. Sí, ese contraste de encontrar un barrio más parecido a zombieland por su nula actividad humana, y que una calle más al sur, se ha transformado en un frenético ir y venir de trajeados ejecutivos. O el febril movimiento en la hermosa Geortown, barrio donde se filmó El Exorcista. Hay cierta lógica, cierto equilibro en DC. Quizás sea su ley de altura (ningún edificio puede superar el ancho de su calle más seis metros) o el aburrido y monocromo perfil de muchas de las viviendas verticales. No, definitivamente esto no es New York.

Pero no nos llevemos a engaño. DC cumple con casi todas las características urbanas asociadas a la ciudad estadounidense. Sin embargo, quién lo iba a decir, de repente te sorprende su servicio de alquiler de bicis, infinitamente mejor que cualquiera que puedas encontrar en España. O el mimo para con sus parques naturales y zonas verdes (alucinante ver docenas de ardillas por la acera cualquier día)

National Mall en obras
La propuesta cultural, que da para un artículo entero, bien se puede decir, está asociada con la inherente calidad de DC como ciudad-museo-símbolo norteamericano. El National Mall es precisamente eso, un gigantesco espacio verde que ostenta el Monumento a Washington, el Lincoln Memorial, varios monumentos (algunos de muy dudoso gusto) ensalzando los muertos de sus guerras… un resumen de la historia de Estados Unidos comprimida en una cómoda ruta turística. Pero no importa. Un paseo por Adams Morgan o Dupont Circle hace olvidar cualquier saturación simbólica, y devolverá al europeo de pro a su sitio.
¿Y el centro de la ciudad? Pues no lo hay. Otro tópico a derribar, DC cuenta con muchos puntos donde se desarrolla la actividad social y, por supuesto, la actividad del consumo. No lo olvidemos, esto es Estados Unidos, y pocas cosas les gusta más a los de aquí que consumir. Quizás compense esto, la aparente frialdad de muchas de sus calles, aunque sea imposible cerrar los ojos a las persistentes diferencias sociales, aún una carta de presentación en la que fue en los 80, la capital del crimen. Bueno, al menos ahora, parece que es capital a secas.


Lincoln Memorial


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1 comentario:

  1. Cómo enganchan estos escritos sobre Washington. Muy interesantes, Pablo.

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