lunes, 12 de septiembre de 2011

justificando

Pablo P. - Valencia

Durante la etapa universitaria, el estudiante tiende a verse sobreexpuesto a todo tipo de información de carácter teórico más o menos esencial, y con el paso del tiempo, progresivamente, (quién sabe si conscientemente o no), el cerebro realiza una labor de criba con todo aquel material engullido. Una parte es desechada, y lo que se queda, probablemente siente las bases argumentativas e intelectuales de los años venideros. Cuento ésto, porque existe una máxima, quizás emitida por boca de algún profesor de proyectos, tal vez cosa de un libro de convesaciones, que durante todo este tiempo me ha acompañado y provocado reflexión. Aquella que hablaba de que todo objeto  diseñado por el ser humano, que cumplía con su objetivo, esto es, que era funcional, era inherentemente hermoso. Algo que convierte al famoso firmitas, utilitas, venustas de Vitruvio en pura redundancia. Vamos, que no tenemos por qué especular con la forma, si logramos cumplir con las otras dos premisas. Y es una afirmación universal, de alcance global, tanto da que hablemos del Seagram de Nueva York, o de la cafetera Moka.



Claro, puede que todo esto sea un reduccionismo peligroso, especialmente desde que la arquitectura alcanzó eso que llaman el postmodernismo, con todos esos ismos que contiene: postestructuralismo, formalismo, deconstructivismo... que en realidad vienen a decir que seguimos viviendo en una época de gran deleite y exceso formal, y, muchas veces, acompañada de peregrinas justificaciones y argumentos. Pongamos de ejemplo, edificaciones notables en mi opinión, dos relativamente recientes intervenciones de vivienda colectiva, ambas en Madrid: Carabanchel 16, de FOA, y el Edificio Mirador situado en el barrio de sanchinarro, de MVRDV. El primero apuesta por un discurso que defiende la homogeneidad, el anonimato que ofrecen los grandes núcleos urbanos, y que de hecho, queda maximizado por la piel envolvente, compuesta con celosías de bambú.
Este igualitario semblante contrasta con el propuesto por el estudio holandés, donde la heterogeneidad del cerramiento se transfigura mediante materiales, texturas, colores y sutiles cambios modulares o volumétricos. Levantar una suerte de pueblo vertical, dentro de la ciudad. Crear identidad individual. Se trata pues de dos intervenciones antónimas de igual validez, pero susceptibles de crear debate. No es malo, por supuesto. 
Todo lo contrario, el debate con una base argumentativa, es necesario, y yo mismo he sostenido alguno sobre la coherencia de estas propuestas con compañeros.

Carabanchel 16 - Foto de javier


Edificio Mirador - Foto de javier


Pero ¿Y sin base, y sin el sustrato de conocimientos del medio?

Es más que probable que el exceso formal haga las delicias de una gran parte de la población de mi ciudad. Sin juicio previo, no importa. Una encuesta a pie de calle valorando la Ciudad de las Artes y las Ciencias daría como resultado una total aprobación. No es pensamiento único. Es, quizás, que el funcionalismo no tiene tanta capacidad de seducción como las extenuantes formas del Palacio de la Ópera. Supongo que es así.

El conocimiento aumenta, potencia la capacidad de juicio válido, amplia el discernimiento, y de hecho nos hace personas más responsables con nuestro entorno y nosotros mismos. Es por eso que no se trata de someter a valoraciones elitistas a los ciudadanos, sino de educar en un medio que nos afecta, queramos o no, a todos. No se trata de si la cafetera Moka, se ha convertido en algo anticuado. Se trata de envolver con coherencia el juicio de unos, las razones de otros.

Hace poco leí, en referencia a la justificación formal del Chicago Spire (que, si se termina un día, se convertirá en la más alto edificio residencial del mundo) que se trataba de "una forma que surge al imaginar como, hace siglos, un penacho de humo brotaba de las fogatas de los nativos americanos asentados en la desembocadura del río Chicago"
Ahí queda eso.




2 comentarios:

  1. Me ha encantado el post, Pablo. Me parece muy interesante la reflexión acerca de lo que gusta a la gran mayoria, y por qué. Alguien más se atreve a valorar por qué gustan los edificios marcianos, descontextualizados y horteras? ... quizás pierdo los papeles... pero, pese a lo que valoro la templanza, en este asunto defiendo con uñas y dientes que la función es irrenunciable. Y creo que la belleza es algo tan natural que a veces es contraproducente buscarla... Podíamos hablar sobre cosas bellas otro día? ;)

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  2. Gracias! En ese caso somos dos. Sin función, no queda nada. O por lo menos, nada que se pueda llamar arquitectura. Umm, me das ideas para un futuro post Elvira!

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