jueves, 2 de junio de 2011

Deambulaciones

lu+ju_sevilla
Llegas a casa, sueltas la bici, miras un rato por la ventana, te cambias de zapatos, te refrescas y bajas las escaleras para dirigirte al centro de la ciudad.
Bajas del autobús, subes las escaleras, sueltas las cosas, preparas algo de comer y te cambias, coges el autobús para dirigirte al centro de la ciudad.
Por el camino, el sol os muestra sus últimos rayos, y las imágenes se atropellan y se mezclan con el olor a azahar. Vuestros trayectos se unen donde los turistas superan a los habitantes de la ciudad en número y movimiento. Hace calor. La Plaza Nueva no está como siempre.
Hay una serie de casetillas de madera y metal –ordenadas de manera lineal- alrededor de una gran carpa a dos aguas de plástico blanco y planta rectangular y un pequeño escenario al aire libre en el que un grupo de mujeres hablan acerca de un libro.
¡Libros! Ellos son la causa de este efímero desbarajuste.
En la plaza del Ayuntamiento hay un ritmo lento, de paseo, y a la vez frenético, de servicio. Tras una breve conversación en el asiento que ofrece la base de una pérgola reciclada de la expo 92, os dirigís lentamente al puesto número dieciocho, para echar un vistazo a las portadas en cartón que ha diseñado una amiga y así de paso cambiar de tema y olvidar un poco la rutina.
Al pasar justo delante del puesto, se crea un espacio singular entre el carismático hombre del megáfono, su aparentemente tímido compañero y lo que hasta entonces parecían dos transeúntes más.
-¡Por ser las transeúntes 100 y 101 se os invita a recitar un poema de este libro!
(Ni hablar, qué vergüenza)
-Os lo pedimos por el bien de la poesía, este gesto es para fomentar su lectura.
(A ese argumento uno no puede no rendirse)
Así que allí os visteis, con un frágil Deambulaciones entre las manos, recitando Semáforo azul a través de un megáfono del mismo color. Unas sonrisas y un pequeño aplauso por la hazaña. El autor, complacido, os devuelve otro poema como contestación a ese espontáneo intercambio lírico.
Y otra vez a vagar por la feria… pero después de la breve experiencia no podéis evitar volver al puesto a comprar el libro, aunque sea a medias. Os ha atrapado.
El anfitrión de vuestro primer recital público ya no está acompañado por el ¿poeta? pero se encarga de llamarlo para que os dedique el pequeño ejemplar a rayas blancas y azules, y como agradecimiento os regala Amortografía recitado, esta vez sin megáfono y desde detrás del mostrador.

Treinta minutos más tarde, estáis en las escaleras de la Encarnación bajo las setas, formando parte de la multitud congregada desde el 15M, escuchando, y a veces compartiendo, las indignaciones de numerosos ciudadanos que también empuñan un megáfono.
Un rato después, anuncian que habrá una obra de teatro social, que resultó ser de alto voltaje y con tintes satíricos, como manda la ocasión. La obra escenifica un enlace entre Estado y Ejército, dirigida por un maestro de ceremonias con megáfono. El acto comienza a pie de calle, en la parte baja de las escaleras que suben a la plaza, y a medida que avanza la obra, el cortejo va desplazándose hacia arriba, mientras la multitud –hasta ahora sentada en los escalones- lo va siguiendo para acabar formando un gran círculo bajo el punto central de los ‘parasoles’. En escasos diez minutos este círculo se ve disuelto, y la gente vuelve a deambular por la plaza en altura.
Un día magnífico –nos decimos- pero ¿acaso no estamos constantemente contemplando a los demás expresarse durante sus recorridos por la ciudad? Mediante su aspecto, mediante sus acciones, decisiones o pensamientos en voz alta.
En este caso, la palabra amplificada, puesta en marcha como belleza lírica o como reivindicación interior, se apodera de lo urbano invadiendo todos los rincones.
Hoy ARKTRS es nuestro altavoz particular para contar cómo el espacio público puede hacerse mágico mediante el desencadenamiento de acciones ciudadanas que sacan al centro histórico de lo habitual, de lo detenido, de lo artificializado… y lo descontextualizan para crear un paisaje propio.
Os pedimos, como transeúntes de vuestras ciudades, sean cuales sean vuestros números de paso, que reflexionéis con nosotras sobre la interacción y posibilidad de participación que nace cuando trasladamos la expresión de nosotros mismos al espacio público.
Y, también, por qué no, que cada vez que alguien inesperado nos ceda amablemente la palabra, sigamos la secuencia deteniendo a alguien para pasarle el testigo e invitarle a decir algo.
Nosotras lo hemos hecho con Fran Nuño, para que (quizás, tal vez y ojalá), también os transmita algo especial desde sus Deambulaciones.


2 comentarios:

  1. Muchas gracias, me ha gustado mucho la crónica. Y un placer haberos escuchado recitar "Semáforo en azul".

    Saludos.

    ResponderEliminar
  2. Creo seguir viendo el color azul en los semáforos. Un guiño parece reencontrarnos, una y otra vez, con ese día.

    "El carismático hombre del megáfono", se siente inundado por el haz de luz que desprende el aspecto transversal de vuestra hermosa crónica

    La poesía es lugar de encuentro fronterizo en una sola orilla.Nos vemos en ella.

    Besos de vida.

    Pedro Luis Ibáñez Lérida

    ResponderEliminar

ÚLTIMAS ENTRADAS